La Ley del Hielo
Cuando se le ignora deliberadamente a un ególatra, es decir, al aplicársele la ley del hielo a un narcisista patológico, éste reaccionará impulsivamente para recuperar el control y el poder, porque no permitirá la posibilidad de saberse desplazado a un segundo o tercer término, puesto que su supervivencia emocional depende de la validación externa.
El lector que pase la mirada distraída por estas breves líneas, deberá disculpar este introito de extracción sicológica, pero el personaje que vive en el sureste mexicano, cuyo nombre no quisiera incluir en este texto con tal de no contradecir mis objetivos, se sentiría profundamente ofendido si se le excluyera de la conversación política, ya que el silencio atacaría severamente su sentido de superioridad y la indiferencia popular sería entendida como un desafío a su autoridad que se va deshaciendo como papel mojado.
El hecho de que los ciudadanos no reenvíen mensajes y que la prensa incluya, si acaso, sus declaraciones en las páginas interiores y si los medios de difusión masiva disminuyeran sus opiniones y discursos, detonaría una feroz rabia narcisista del “congelado”, quien buscaría formas desesperadas de contraatacar para no caer, en modo alguno, en el mortal anonimato, en donde perecería devorado por mil venenos.
El gran destructor moderno de las instituciones republicanas y de la economía nacional, el mismo que, además, ha dividido a la nación, apareció de golpe sentado en su rancho, de donde jamás debería haber salido, anunciando la aparición de un nuevo libelo, en realidad, otro embuste más, pues su objetivo no era otro que el de arrebatarle los micrófonos y los reflectores a Sheinbaum, dado que su personalidad ególatra le impide permanecer como incógnito.
¿Qué hubiera sucedido si no se le hubiera dado publicidad al video en el que anuncia que recurriría a la calle si peligrara la democracia que él mismo destruyó, o estuviera en juego la soberanía que él comprometió, o existiera la amenaza de un golpe de Estado que el presidiría gozoso, advertencias que solo implicaban sus deseos de permanecer en el poder?
La ciudadanía, me refiero a la no sobornada con los supuestos programas asistenciales, así como la prensa y las redes, tendrían que haber ignorado sus patéticas aseveraciones para reafirmar la cancelación irremediable de su mandato, recordándole la imposibilidad de volver al poder y anular, de esta suerte, la restauración de un nuevo Maximato, reñido con cualquier fórmula democrática moderna.
Resulta más conveniente obligarlo a profundizar en la grandeza de la cultura olmeca, la primera gran civilización de Mesoamérica, la cultura madre de la maya y zapoteca, entre otras más. Mesoamérica, él debería saberlo, no existiría sin los olmecas, pues ellos inventaron el juego de pelota, el calendario, las ciudades sagradas y el uso simbólico del jade y también el poder divino del gobernante, en el que él cree a pies juntillas…
La ley del hielo puede escalar el conflicto en lugar de resolverlo, pues el silencio intencionado, el rechazo puro y duro, generarán dolor, desconcierto y finalmente, furia y agresiones que Sheinbaum tendría que enfrentar, pero como dicen los ingleses: “Un mal se arregle empeorándolo.” Al igual que Oscar Wilde sostenía aquello de que “resisto todo menos la tentación”, el personaje de referencia no toleraría la indiferencia y pronto volvería a mostrar su rostro autoritario, puesto que no podría sobrevivir en el aislamiento, de lo cual ya aportó la semana pasada las pruebas necesarias para demostrar su incapacidad para sobrevivir en el anonimato.
De modo que, si buena parte del electorado desea apagar la luz proveniente del rancho, en donde se incuban los planes perversos para continuar con el proceso de destrucción de la patria, en ningún caso debemos encenderla al reenviar mensajes a través de las redes sociales, de la misma manera en que los medios de difusión tendrían que filtrar los contendidos noticiosos verborreicos lejos de las primeras planas y divulgarlos al aire después de escuchar el himno nacional, o sea, como a las 12 de la noche…
Yo mismo iniciaré esta promisoria política editorial ignorando al “Mesías Tropical” en mi columna que con tanta generosidad publica Reforma, el gran diario defensor de la libertad de expresión, de la República y de los grandes intereses patrióticos.